ENTREVISTA A PILAR BARRIOS DÍAZ

Llegado el momento de entrevistar a Pilar Barrios, cuando su hijo menor acaba de terminar el último curso del colegio, es difícil separar lo “profesional” de lo personal, y a modo de galeato este autor pide disculpas por adelantado por hacer eso precisamente, mezclar mi apreciación personal, pero no se me ocurre otra forma de acometer semejante tarea.

Colegas y compañeros de Escuela Técnica Superior de Ingeniería, ambos de la misma promoción, compartimos muchas ideas y formas de hacer. Pero, cuando llegué a la Asociación de Padres preguntando en qué podía ayudar y ella me recibió para explicarme los conceptos básicos de nuestra colaboración, no solo me encontré con alguien que sabía muchísimo más que yo sobre cómo funcionaba la Asociación y el propio colegio (Pilar ya era entonces “cinturón negro” en la Asociación y yo acaba de recibir el “blanco”, con una niña en Primero de Infantil) sino, lo más importante, alguien en quien inspirarse y a quien intentar imitar.

Pilar derrochaba ilusión e interés en todo lo que hacía, y en cuanto se enteraba de que existía una nueva tecnología o un nuevo sistema, ya estaba pensando en cómo aplicarlo a su APA o a su Comisión de Comunicación. Para mí eso es INSPIRACIÓN con mayúsculas, inspiración para los demás. Sin hacer de menos a todos los que han colaborado con ella, yo diría que muchas cosas que tenemos hoy en nuestra Asociación (y otras que tristemente hemos perdido) se las debemos a ella o, al menos, a sus tiempos. Por eso es justo que la gente la conozca, todos los que se han beneficiado directa o indirectamente de su esfuerzo, y que su nombre quede de algún modo aquí, entre nuestros "Pilares del APA".

Y toda construcción, al igual que todo viaje, tiene un inicio, una primera piedra o un primer paso. Pilar, ¿recuerdas cuando empezó tu camino en la Asociación?

Lo tengo muy presente. En ese momento, mis hijos tenían 6 y 4 años cuando salí de una asamblea del APA con una idea clara: quería implicarme más, quería aportar. Así que me acerqué a Yolanda —que en ese momento llevaba la comisión de actividades culturales— y le dije: “Si necesitáis ayuda, contad conmigo”. Un gesto sencillo, pero que marcó el inicio de un camino increíble, lleno de aprendizajes, conocí a personas maravillosas y compartimos momentos que no se olvidan.

¿Qué fue lo que te empujó a hacerlo, cuál fue tu motivación?

Siempre he pensado que educar no es solo cosa del cole. Es un trabajo en equipo entre familias, profes y peques. Y cuando ese equipo va a una, todo mejora. Me uní al APA porque sentía que tenía cosas que aportar y porque quería poner mi granito de arena para que el cole fuera un sitio más humano, más cercano y enriquecedor para nuestros hijos. Cuando veo algo que se puede mejorar, no me gusta quedarme en la crítica: prefiero actuar, proponer y construir. Creo que el cambio empieza por uno mismo. Y si tienes la suerte de tener una vida plena, también tienes la responsabilidad de compartir y construir con y para los demás. Quien me conoce sabe que esa forma de ver la vida es lo que me mueve en todo lo que hago.

Has pasado por muchas etapas dentro del APA. ¿Cómo ha sido ese recorrido?

Empecé colaborando en la comisión de actividades culturales, luego fui vocal en infantil y primaria, y con el tiempo asumí la presidencia del APA. En la última etapa, también formé parte del consejo escolar.

Más allá de los cargos, lo que siempre me ha movido ha sido estar donde hiciera falta, con ilusión, compromiso y ganas de aportar. He participado en varias comisiones: comunicación, solidaridad, escuela de padres, actividades sociales, innovación… incluso formé parte del grupo de trabajo de la red de la Institución Teresiana, impulsando el trabajo conjunto entre centros a nivel nacional.

Cada paso ha sido una oportunidad para aprender, crecer, conocer a gente increíble y sentirme parte de algo más grande. Esa sensación de comunidad y de construir juntos es lo que más me ha enriquecido.

¿Cuál ha sido uno de los logros que más te ha emocionado?

Uno de los proyectos que más ilusión me hizo fue mejorar la comunicación entre el cole y las familias. Sentía que era clave que todos estuviéramos conectados, informados y sintiéndonos parte de una misma comunidad. Así que nos pusimos manos a la obra: creamos una web, abrimos redes sociales, lanzamos un canal de YouTube y empezamos a enviar boletines. Todo hecho con mucho cariño. Y lo más bonito es que hoy sigue vivo, creciendo y mejorando gracias a vuestro esfuerzo y ese espíritu de equipo que lo hace posible. Ver cómo lo habéis llevado aún más lejos es, sin duda, el mejor regalo.

Aunque siendo sincera, lo que realmente me emociona es cuando alguien se acerca y me dice: “Gracias” o “esto me ha ayudado mucho”. Entonces, siento que todo ha valido la pena. Porque más allá de organizar, lo importante es crear vínculos y hacer que la gente se sienta acompañada. Esos pequeños gestos lo significan todo.

Pero seguro que también hubo momentos difíciles. ¿Qué retos te encontraste y cómo los superaste?

Uno de los retos más constantes era lograr mayor participación por parte de las familias. Al principio fue frustrante: mucho esfuerzo y poca respuesta. Pero en vez de quedarnos ahí, propusimos soluciones. Cambiamos horarios, ofrecimos guardería, organizamos actividades los fines de semana y, algo clave, lanzamos encuestas para saber qué les interesaba y necesitaban. Apostamos por temas actuales y, con paciencia y constancia, la participación fue creciendo, aunque no al ritmo deseado.

También hubo momentos en los que sentía que no llegaba a todo. Pero entonces miraba a mi alrededor y encontraba fuerza en la gente generosa y comprometida que me acompañaba en este camino. Pero si algo ha sido mi mayor apoyo, ha sido mi familia. Nacho, mi marido, y mis hijos, Clara y David, han estado siempre ahí. Han vivido este compromiso conmigo, han entendido mis ausencias y mis desvelos, y me han animado incluso cuando el APA ocupaba más tiempo del que imaginábamos. Sin ellos, nada de esto habría sido posible.

Desde tu experiencia, ¿qué valor crees que aporta la APA a la comunidad educativa?

Muchísimo. El APA es, sobre todo, un espacio de encuentro escucha y crecimiento. Pero no se trata solo de colaborar con el cole en lo organizativo, sino de complementar la educación de nuestros hijos, poniendo el foco en valores como la empatía, la inclusión, la solidaridad, la autoestima o la creatividad. Son aspectos clave que no siempre están en el currículo, pero que son esenciales para la vida.

Además, creo que la asociación tiene un papel muy importante: acompañar y empoderar a las familias. Ofrecerles formación, herramientas y espacios de reflexión que les den confianza para ejercer su papel educativo. Eso hay que cuidarlo y reforzarlo, porque cuando las familias se sienten acompañadas, todo el entorno educativo mejora.

¿Qué mensaje te gustaría dejar a las familias del colegio?

Los animaría de corazón a dar el paso. No hace falta tener mucho tiempo, solo ganas de sumar, de aportar desde donde cada uno pueda. Porque cada gesto cuenta, cada idea suma, y cada persona marca la diferencia.

Educar en tribu no solo hace todo más fácil, lo hace más bonito, más humano. Cuando compartimos, escuchamos y construimos juntos, creamos algo poderoso: una comunidad fuerte, viva, que acompaña y transforma. Y cuando esa comunidad está unida, nuestros hijos crecen rodeados de valores, de seguridad, de alegría… y eso los acompaña toda la vida.

Así que sí, vale la pena. Y todos podemos ser parte de eso.

Y si pudieras soñar en grande… ¿cómo te gustaría que fuera el APA del futuro?

Sueño con que el APA del futuro siga siendo un espacio donde las familias se encuentren, compartan y se sientan parte de algo más grande. Un lugar donde aprender juntos, apoyarse y sentir que el cole también es un poco nuestro hogar.

Deseo que sigamos ofreciendo formación útil para madres y padres, y que acompañemos a nuestros hijos en su camino hacia la autonomía. Que tengan oportunidades para implicarse, tomar decisiones y crecer. Por eso imagino una bolsa de trabajo aún más viva, que les dé ese empujón desde la experiencia y el compromiso.

Quiero que el voluntariado siga siendo parte esencial del APA. Que sigamos saliendo de nuestra burbuja, conectándonos con otras realidades y educando en empatía, solidaridad e inclusión.

Y, sobre todo, deseo que el APA siga evolucionando con los tiempos: con familias diversas, nuevas tecnologías y cambios sociales. Pero sin perder lo más importante: ese espíritu de colaboración, cuidado y comunidad.

Pues solo me queda decir que hemos tenido una suerte inmensa de tenerte con nosotros todos estos años. Solo los que hemos trabajado contigo en cualquiera de las fases anteriores podemos dar testimonio de ello y espero que este último esfuerzo de sentarte conmigo a contestar a mis preguntas sirva para dar visibilidad a otros que no te han conocido o que han disfrutado (e incluso están disfrutando) del resultado de tu esfuerzo y tus ideas.

Precisamente, Jorge, si me lo permites, todo lo que he hecho ha sido con y gracias a muchas personas, así que quiero aprovechar para dar las gracias de corazón a todas las personas que han formado parte de este viaje. Me llevo muchísimo aprendizaje y el cariño de gente maravillosa. Para mí ha sido un regalo compartir este camino con tanta gente bonita.

Y mi admiración más sincera para quienes formáis la nueva junta. Gracias por vuestra energía y por seguir construyendo con tanta ilusión.

Gracias a ti, Pilar, gracias por todo el tiempo, esfuerzo y dedicación que has dado a nuestro proyecto de forma totalmente altruista y sin recibir más que la satisfacción de construir. Mucha suerte en esta nueva etapa del camino, a vosotros y a vuestros hijos, ya sabes dónde nos tienes, aunque lo que de verdad intento ocultar es lo mucho que me fastidia que haya llegado el momento en el que te tengas que ir.

Jorge J. García

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